Entonces, por sus mejillas empezaron a resbalar las primeras lágrimas, sus labios desprendieron las últimas palabras mudas y con un profundo suspiro sus ojos se cerraron eternamente. En el fondo sabía que tomara la decisión correcta, que el dolor no desaparecería si no hubiese cerrado los ojos para siempre. En el fondo sabía que era lo mejor para él y también para ella; sabía que era lo mejor para todos.
Y en ese mismo instante, aquel 25 de enero, una nueva estrella centelleó en lo alto del cielo.
*Seis meses atrás.
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